Al príncipe Carlos de Inglaterra, que mantenía una preocupante soltería, le convencieron de que la tímida y virginal lady Diana Spencer era la mujer ideal: joven, inocente y miembro de la más antigua aristocracia. Se habían conocido en una cacería en 1977 y el príncipe empezó a invitar a Diana en el otoño de 1980 y en febrero del año siguiente se anunció su compromiso que convirtió a la joven aristócrata en un personaje de fama mundial.
Su boda el 29 de julio de 1981 fue un acontecimiento global. Ya durante la luna de miel la nueva princesa empezó a sospechar de la existencia de una rival, que no era otra que Camilla Parker-Bowles, el gran amor de Carlos con quien no se quiso casar cuando él se lo propuso. Diana cumplió con su obligación asegurando la sucesión con los príncipes Guillermo (1982) y Enrique (1984), pero los príncipes de Gales fueron muy infelices. Carlos seguía enamorado de Camilla y la separación, en 1992, fue inevitable. Diana murió trágicamente el 31 de agosto de 1997 con sólo 36 años en un accidente de coche en París en el que también falleció su amante, Dodi Al Fayed.
Parecía un cuento de hadas
El 29 de julio de 1981, dos millones de personas abarrotaban el centro de Londres para ver de cerca a los protagonistas de la boda que más expectación haya despertado nunca: Carlos, príncipe de Gales, de 32 años, y lady Diana Spencer, de 20. El noviazgo de la pareja apenas había durado seis meses y no tuvieron ocasión de conocerse bien, pero ella estaba enamorada... y él, ilusionado.
El 29 de julio de 1981, dos millones de personas abarrotaban el centro de Londres para ver de cerca a los protagonistas de la boda que más expectación haya despertado nunca: Carlos, príncipe de Gales, de 32 años, y lady Diana Spencer, de 20. El noviazgo de la pareja apenas había durado seis meses y no tuvieron ocasión de conocerse bien, pero ella estaba enamorada... y él, ilusionado.
San Pablo, un escenario grandioso
Ante el número de invitados, nada menos que 3.500, la abadía de Westminster, donde se celebraban habitualmente las bodas reales inglesas, se quedó pequeña y el enlace se celebró en la grandiosa catedral de San Pablo, el segundo templo más grande del mundo después de San Pedro de El Vaticano, por cuya pasillo central Diana paseó los diez metros de la cola de su traje de novia.