Ayer, cuando se convirtió en reina consorte, el pueblo de los Países Bajos vio en la economista argentina un nuevo impulso para su monarquía.
AMSTERDAM.- Máxima sonríe. Tiene los ojos vidriosos -por el viento helado o por la emoción- y el peinado perfecto, batido hacia atrás con apliques de brillantes, apenas se altera con alguna ráfaga. Son las 20.30 y se dice que en el río los ocho grados de temperatura se sienten como si fueran cuatro.
Pero a Máxima no se le nota el frío. Lleva un vestido con los hombros descubiertos, una verdadera joya del diseñador Jan Taminiau que todo Holanda calificó como "magnífico". La cámara registra todo en primer plano, como si no importara que a poquísimos centímetros se encuentre Willem Alexander, el nuevo rey de los Países Bajos, el primer heredero del mundo que recibe el trono en el siglo XXI tras la abdicación de su madre, Beatriz.
En algunos minutos, tras un paseo en el bote real por el río IJ -el más ancho de Amsterdam- terminará un día histórico para Holanda no tanto por el evento de la inauguración de un nuevo reinado -desde hace doscientos años que hay monarquía en este país- como por el alcance mediático del hecho. Esta es la primera entronización con una repercusión internacional de enormes proporciones. La razón: Máxima Zorreguieta, porteña, economista, madre de tres hijas rubias como ella y como su esposo, y nacida en una región -América latina- sin tradición monárquica, se convirtió en reina consorte de los Países Bajos. Y con esta ceremonia ratificó el amor de un pueblo -el holandés- que parece estar con ella desde hace, al menos, once años.
"Creo que fueron esas lágrimas. Sí. Esas lágrimas que derramó el día de la boda marcaron el comienzo definitivo de ese romance entre Máxima y los holandeses" contestaba dos semanas atrás Hein de Vries , embajador plenipotenciario del reino de los Países Bajos en la Argentina. De Vries vive en Buenos Aires desde hace casi tres años. Desde su despacho en Puerto Madero miraba una ciudad que le gustaba mucho, y que además era la cuna de su nueva reina. Pensó bien antes de continuar, para elegir bien las palabras, o quizás para pronunciarlas con un acento al menos parecido al castellano. "Creo que Willem eligió a una persona muy inteligente, que es polivalente: es auténtica y sabe vincularse con toda persona, desde los más humildes hasta la clase más alta", dijo. Luego se sacó los anteojos, como si fuera a salirse del libreto.
Recordó la primera vez que supo de Máxima, leyendo las revistas del corazón, como todos. Por entonces estaba trabajando en la embajada de Corea, pero seguía de cerca todas las noticias. "En cuanto la vi me dio la impresión de que sería la nueva princesa -advirtió-. Si bien es plebeya, todas las novias de Guillermo lo fueron. Sin embargo, cuando veías a las otras sabías que eran relaciones pasajeras. En cambio, esta vez, desde el inicio se podía ver que era la mujer que él había elegido para su vida". Para la boda real, desde la embajada de Corea, Hein de Vries organizó una gran fiesta. Junto a la embajada de la Argentina en ese país convocaron a todos los ciudadanos a ver la transmisión juntos, y se llevó a Seúl una colección especial de pinturas de Rembrandt, uno de los artistas holandeses más reconocidos en la historia del arte mundial, para celebrar la ocasión, todo un hito en ese país.
Ayer, Hein de Vries miró la transmisión de la entronización de Máxima y Guillermo desde el Hipódromo de Palermo, rodeado por la comunidad holandesa. Aplaudieron a Máxima con sentida emoción y gritaron los tres "hoeras", es decir tres "hurras" en neerlandés. "Ella estrenó un estilo nuevo de monarquía que muchas quieren imitar -dijo-. Es el toque latino que refrescó la realeza. Es un enriquecimiento para nuestro país".
El barco real continúa su recorrido a sotavento. Máxima se puso un chal color uva, como su vestido y otro encima -más abrigado- que primero dejó caer con elegancia para envolverse completamente en él instantes después. Algo de la renovación de la que hablaba no solo el embajador sino también muchos medios ya se huele en Holanda. Los nuevos reyes eligieron comenzar su recorrido en bote para saludar al pueblo en un lugar significativo: el EYE Filmmuseum. Se trata de un edificio de diseño futurista y ultra contemporáneo que contrasta notablemente con su vecino de la otra margen del IJ, el Beurs Van Berlage, el edificio más antiguo de Amsterdam y la primera bolsa de comercio del mundo. Pero eso es solo el detalle arquitectónico. El EYE está ubicado en el lado Norte de Amsterdam, anteriormente considerado como zona industrial y de residencias de bajos recursos y que hoy se intenta instalar como un pujante nuevo polo de la ciudad. Los medios hablan de una renovación. La gente cree que todo eso será obra de Máxima. Ella sonríe, saluda y contiene la emoción de sus tres niñas. La cámara no puede dejar de enfocar sus ojos, grandes, oscuros, risueños. Desde la Java Eiland, uno de los puntos ideales para mirar el paso de los reyes ubicado a varios kilómetros del centro, en una isla, los gritos de los cerca de 500 mil presentes con cada gesto de la nueva reina agigantados en dos pantallas, se parecen mucho a los de las fans de Tom Cruise en su visita a la Argentina.
"Esto es una opinión personal, pero es algo que van a responder muy seguido los holandeses: es encantadora, linda e inteligente. La gente la ama, eso es evidente". El que habla es Mark Rutte, primer ministro de los Países Bajos desde hace tres años -aunque fue reelecto tras una fuerte crisis política el año pasado-, 46 años, misma edad que el nuevo rey, con quien también comparte la formación universitaria: ambos estudiaron Historia en la Universidad de Leiden. Rutte sonríe mucho ante los argentinos presentes en el Beurs van Berlage, el edificio de la Bolsa de Comercio, donde se instaló el centro de prensa para que todos los enviados del mundo pudieran trabajar con comodidad. Es domingo y faltan dos días para el "gran día". Rutte parece relajado, se permite bromas y mueve mucho las manos para hablar. "Ustedes deben estar orgullosos", suelta. Como a muchos holandeses, la pregunta sobre Máxima le encanta. Un breve, apenas perceptible pero muy elocuente gesto lo demuestra: los músculos de la cara -antes tensos en una pose estudiada para las conferencias de prensa- se aflojan, los ojos se cierran un poco por la enorme sonrisa, y asiente con la cabeza, como agradeciendo la oportunidad de hablar sobre un tema que le gusta: "Hizo todo para conectarse con el pueblo. Está muy al tanto de todas las problemáticas y su presencia se nota. Sin dudas creo que está muy preparada para este nuevo rol. Junto a Guillermo, darán un nuevo impulso a la monarquía".
Idéntico gesto hará dos días después, mientras cientos de periodistas esperan el comienzo del paseo real en bote, Daan Hakkenver. Es periodista, vive y trabaja en Rotterdam, a solo 45 minutos de la capital cultural holandesa, habla algo de español, es hincha de Boca, fan de Maradona y asegura que Buenos Aires es más lindo que Amsterdam. "Lo primero que te van a contestar todos los holandeses es que es muy linda. Es que es lo primero que llama la atención. Nadie en Holanda te va a decir algo diferente. Todos coinciden en que su belleza es lo primero que impactó", explica y ahí está ella para confirmar sus palabras. Sube al bote real con su vestido de encaje bordado color obispo y su figura especialmente pulida para el día de entronización. Millares de ojos la mirarán embelesados durante la hora y media que dura la travesía por el IJ.
Máxima ya los había fascinado a la mañana. Tras la firma de la carta de abdicación de Beatriz, aunque los protagonistas del momento eran la reina saliente y el nuevo rey, Willem-Alexander, Máxima se llevaba los aplausos más entusiastas. "Bea bedank!" ("Gracias, Bea!") cantaban en la Plaza Dam mientras se esperaba la salida de los reyes al balcón del Palacio Real. Máxima intentó un perfil bajo, Beatriz se despidió entre lágrimas de su pueblo y Willem-Alexander agradeció a su madre. El comentario fue, sin embargo, lo "linda, sobria y elegante" que estaba la nueva reina. "Ella siempre está linda. Tiene un estilo perfecto. Y es tan simpática, tan cálida...", dijo Karhen Krabbenborg, una holandesa de 24 años, fan confesa de los looks de Máxima. Las palabras de Karhen coincidieron casi exactamente con las de otros presentes. "La amamos", sentenció un hombre que viajó especialmente desde Utretch para el gran día, junto a su esposa, que no hablaba inglés, pero al escuchar la palabra Máxima enseñó su mejor sonrisa. La nueva reina había vuelto a aparecer para ir a la Iglesia Nieuwe Kerk, justo al lado del Palacio Real, para la ceremonia de toma de posesión. Aunque su marido, el rey, llevaba un aparatoso manto de armiño, símbolo de su nuevo título, ella acaparó las miradas con su vestido "azul Nassau" y su tiara de diamantes y zafiros. "Es realmente hermosa", dijo otra mujer con sombrero naranja, mientras Kahren y su amiga Esli, se esmeraban en destacar que "sin Máxima, Willem no hubiera tenido consenso".
Hubo quien llegó más lejos. "Máxima es lo mejor que le pasó a Willem-Alexander", sentenciaba un día antes de la abdicación de Beatriz Michiel Jonker, jefe de prensa de Dienst Noord/Zuidlijn, la línea de subterráneos que tiene a medio Amsterdam en obras. En una recorrida para que los periodistas del mundo conocieran el despliegue técnico y tecnológico que implica construir túneles en un terreno pantanoso rodeado de agua que le costará al país bajo 3.5 millones de euros, se mostró encantado con la presencia de argentinos en Holanda. No por la Argentina. Por Máxima. "Cuando se dieron a conocer las primeras imágenes de su noviazgo, en el 2000, inmediatamente se notaba que iba en serio. Afortunadamente lo fue, porque ella representa muchos valores que para nosotros son importantes. Es linda, inteligente, es impresionante cómo puede hablar holandés con fluidez. Está muy interesada y conectada con los problemas de Holanda. Sin dudas es algo muy bueno para nosotros que ella esté aquí".
Las primeras notas del Bolero de Ravel resuenan desde el escenario de la Java Eiland . Unos minutos antes se escuchaba música electrónica, pero para el paso de los reyes se instaló una orquesta de enormes proporciones. Máxima entiende que sólo quedan diez minutos -tiempo que dura la famosa pieza musical- para que termine el paseo. Mira a "Alex", tal como lo sigue llamando, y ambos cruzan esa mirada cómplice que los holandeses conocen bien. Sus ojos brillan elocuentes. Los ojos de los dos. No parecen necesitar palabras. Una multitud se agolpa en las vallas que miran al río para verla. A ella más que al rey. "Máxima", con acento en la a final, así gritan los holandeses. Ella sigue saludando, levantando el brazo de manera tal que el codo no supere la altura del hombro, minuciosa en su estudio del protocolo real. Una escala imprevista demuestra ese intento de acercarse al pueblo que tanto vaticinan los especialistas en los Orange. Los reyes descienden y se suben al escenario de Java Eiland. Saludan a los músicos y al famosísimo DJ Armin von Buren, el mejor de Holanda y varias veces ganador del premio al mejor DJ del mundo.
El baño de multitudes será breve. Las princesitas bailan y conmueven a la platea que ya para entonces amontona a 700 mil personas. Un saludo más y vuelven al barco para terminar su viaje y comenzar con la cena de gala, la primera como reyes. Las pantallas gigantes de Java Eiland muestran el descenso de la familia real en la costa de enfrente. Un último plano y luego las cámaras sólo enfocarán al DJ y a la masa anaranjada que baila al ritmo de su música. Y sí, el último plano es para ella, Máxima, la primera reina argentina y la gran pasión de los holandeses.
SABÍA QUE
- Guillermo-Alejandro es el primer rey varón de Holanda de los últimos 123 años y, junto con su esposa, de 41 años, conforman la pareja más joven de las monarquías occidentales.
- El Parlamento holandés prohibió que Jorge Zorreguieta, padre de Máxima, asistiera a la coronación por su pasado como funcionario de la sangrienta dictadura militar que gobernó Argentina entre 1976 y 1983. Por ello, no acudió ningún familiar de ella.